EL TAOÍSMO DE FERNANDO PESSOA, por Gregorio Dávila
El pasado sábado 23 de abril de 2016, dentro del marco de la feria del libro de Mairena del Aljarafe (Sevilla), participé en la presentación del libro «Pessoas – 28 heterónimos esperando a Fernando Pessoa” de Karima Editora, junto con otros compañeros del taller de poesía que hacemos con Sara Castelar.
Estas fueron mis palabras preliminares a la lectura de los poemas de Isabel de Rueda:
«De lo que he leído de Fernando Pessoa me atrae especialmente el heterónimo Alberto Caeiro.
Manuel Moya, en el prólogo del libro, destaca como un punto de inflexión en la vida de Pessoa el encuentro con el maestro Caeiro, en el que descubre por fin a quien tanto buscaba.
Me identifico con las palabras preliminares de Antonio Colinas al hablar del taoísmo de Pessoa, de su serenidad sabia, de la fusión del pensar y el sentir, de su sentido de la contemplación, su cercanía a la naturaleza. “A veces, ese taoísmo de Pessoa se empapa incluso de las nadas de los maestros místicos cristianos, a las que antes aludieron los orientales.”
Sobre esa cercanía a la realidad, en uno de sus poemas dice Pessoa:
“La asombrosa realidad de las cosas
es mi descubrimiento de todos los días.”
“Hay suficiente belleza en estar aquí
y no en otra parte.”
En esa sabiduría contemplativa hay una primacía de los sentidos, de la atención, de la presencia:
“Miro, y las cosas existen.
Pienso y existo sólo yo.”
Hay un adentrarse en uno mismo, una indagación sobre la propia vida:
“Siempre estoy en el punto de mira de mí mismo.”
Pero a pesar de todos los intentos de conocerse:
“Nadie conoce el alma que atesora ni sabe lo que es bien ni lo que es mal.”
Siempre estamos en ese dilema entre conocernos y no conocernos, entre la consciencia y la inconsciencia.
Por último, hacer de la crisis una oportunidad:
“…hacer de la caída un paso de danza,
del miedo, una escalera,
del sueño, un puente,
de la búsqueda… un encuentro.”
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