MEDITACIÓN, por Krishnamurti

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La meditación no estriba en seguir cualquier sistema, no es repetición e imitación constantes, ni tampoco es concentración. Una de las estratagemas predilectas de ciertos maestros de meditación es insistir en que sus alumnos aprendan concentración, es decir, fijar la mente en un pensamiento y expulsar todos los demás pensamientos. Ésta es la cosa más estúpida y desagradable que un escolar puede hacer, porque le obligan a ello. Significa que usted libra continuamente un combate entre la insistencia en que debe concentrarse y su mente que divaga y se ocupa de toda clase de cosas, mientras que debería estar atento a cada movimiento de la mente, adondequiera que divague. Cuando su mente divaga significa que está interesado en otra cosa.

La meditación exige una mente asombrosamente despierta. Meditar significa comprender la totalidad de la vida en la que ha cesado cada forma de fragmentación. La meditación no es control del pensamiento, pues cuando el pensamiento se controla engendra conflicto en la mente, pero cuando uno comprende la estructura y el origen del pensamiento, como hemos visto, el pensamiento no interfiere. Esa misma comprensión de la estructura del pensamiento es su propia disciplina, es la meditación.

Meditar es ser consciente de cada pensamiento y de cada sensación, sin decir nunca que está bien o mal, sino tan sólo contemplarlo y seguirlo. Gracias a esa contemplación uno empieza a comprender cómo se mueven el pensamiento y la sensación. Y de ese conocimiento surge el silencio. El silencio creado por el pensamiento está estancado, muerto, pero el silencio que se instala cuando el pensamiento ha comprendido su propio comienzo, la naturaleza de sí mismo —ha comprendido de qué modo todo pensamiento no es nunca libre y siempre es viejo—, ese silencio es una meditación en la que el meditador está ausente por completo, pues la mente se ha vaciado del pasado.

Si usted ha leído este libro atentamente durante una hora, eso es meditación. Si se ha limitado a tomar unas cuantas frases y recoger unas pocas ideas para pensar en ellas más tarde, eso ya no es meditación. La meditación es un estado de la mente que lo mira todo con una atención completa, totalmente, no por partes. Y nadie puede enseñarle a estar atento. Si algún sistema le enseña a estar atento, entonces usted está atento al sistema, y eso no es atención. La meditación es una de las artes más grandes de la vida, tal vez la más grande, y uno no puede aprenderla de nadie. Ahí radica su belleza. Carece de técnica y, por consiguiente, de autoridad. Cuando usted aprende acerca de sí mismo, se observa, contempla su manera de andar, de comer, lo que dice, el chismorreo, el odio, los celos… si es consciente de todo eso que está en su interior, sin ninguna alternativa, ello forma parte de la meditación.

Y así la meditación puede tener lugar cuando está sentado en un autobús o camina por el bosque lleno de luz y sombras, o mientras escucha cantar a los pájaros o contempla el rostro de su esposa o de su hijo.

En la comprensión de la meditación hay amor, y el amor no es un producto de sistemas, hábitos, de seguir un método. El amor no se puede cultivar por medio del pensamiento. El amor tal vez puede existir cuando hay un silencio completo, un silencio en el que el meditador está del todo ausente. Y la mente sólo puede estar silenciosa cuando comprende su propio movimiento como pensamiento y sensación. A fin de comprender este movimiento del pensamiento y la sensación, debe observarse sin condena. Observar así es la disciplina, y esa clase de disciplina es fluida, libre, no la disciplina de la conformidad.

Del libro: J. Krishnamurti, Freedom from the known – Limpia tu mente (Martínez Roca, 1999)

Fuente: www.advaitainfo.com

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